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15/11/2019

El Modernismo en l’Eixample

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En 1859 Madrid aprueba el proyecto del Eixample de Barcelona presentado por el ingeniero Ildefons Cerdà: un proyecto para una nueva ciudad racional que se esparcía hasta los municipios vecinos, los cuales se agregaron a la ciudad condal el 1897. El Eixample de Barcelona representaba un ejemplo de ciudad densa y ordenada que sustituía la irregularidad del parcelario rústico existente para la división regular del suelo (la ciudad dejaba de estructurarse en parcelas para hacerlo en forma de manzanas), y su arquitectura se caracterizaba por ser monótona y sin ningún tipo de interés.

Paralelamente, Barcelona quiere convertirse en una ciudad cosmopolita y moderna e importa corrientes estéticas y culturales internacionales como el art nouveau o el Jugendstil. De este modo, aparece el Modernismo en Cataluña, un movimiento de artistas y artesanos basado en la tradición, el conocimiento de las técnicas de manipulación de los materiales y en la búsqueda de nuevos resultados formales.

Por un lado, el crecimiento de la ciudad, y por otro lado, la aparición del Modernismo, resultaron ser el escenario perfecto para que la burguesía barcelonesa abandonara el centro de la ciudad (donde las calles estrechas no permitían lucir las obras los artesanos) y se desplazara hasta el Eixample (donde podrían presumir de casas grandes, ornamentadas y provocadoras). La burguesía consolidó este nuevo tejido urbano y lo utilizó para hacer alarde de su bienestar. Como consecuencia, aparecieron numerosas casas, palacetes y bloques de pisos únicos y con un gran valor arquitectónico sobre la construcción monótona del Eixample.

Las generaciones posteriores a los modernistas rechazaron este movimiento: la industria se convirtió en una industria más pesada y menos artesana, aparecieron nuevas corrientes estéticas, nuevos modelos económicos y nuevas normativas urbanísticas que derribaron muchos edificios modernistas. Aún así, el Eixample mantiene muchos edificios adaptados a las necesidades actuales de los ciudadanos (oficinas, viviendas…), edificios que pasan desapercibidos, pero son testimonio de una tradición cultural y de unos valores representativos de aquel tiempo.